14 agosto, 2007

09 agosto, 2007

Esclavizados

Tómalas y escapa....
La verdad de los pensamientos se diluye en un sorbo lento y largo, mezclado con la dosis precisa.
Nuestra realidad es la que no existe y quizás jamás existió...
Un tiro, una aspirada, un impulso para seguir y sacar energías de donde no quedan...
La verdad de las palabras se diluye en el estómago afectando la mente.
El mundo cae a nuestros pies y quisiéramos huir. Pero dónde? dónde ir en esta ciudad que te encierra entre las puertas que una vez la custodiaron...
El cielo gris se mezcla con la lluvia que cae húmeda y ruidosa...
Corre con dificultad resbalando en los adoquines del delirio.
Respira con las manos en las rodillas sin sentir el cansancio.
Entrar en un baño para aspirar otro poco... salir corriendo, continuar la fuga...
Continuar la huida no se sabe dónde, sin un lugar preciso donde ir... saludar un conocido, gritarle que está apurado, que lo ve después esperando no verlo más...
Encontrar gente nueva, lugares desconocidos.
Pero todo es siempre tan igual, las personas son siempre las mismas...
Buscar en cada personaje alguien diferente, tratar de encontrarlo mentalizándose, esforzándose en probar cariño, llegar a probarlo para después perder el interés en un suspiro...
No estaremos nunca juntos, no somos de nadie y quizás jamás seremos de alguien...
Apenas logra pertenercerse a sí mismo como para pertenecer al prójimo.
Volver al punto de partida... casa...
Entrar apurado como si tuviese algo importante qué hacer, entrar en la pieza, desvestirse, prender la radio y poner la típica canción.
Quizás pertenecemos al vicio, y esto nos impide pertenercer a alguien...
Moler, mezclar, enrollar, pegar, fumar.
Tomar el vaso, llenarlo y beber.
Tomar el polvo hacer la linea y aspirar.
Sentir como el cuerpo se despega de la realidad aparente para entrar en la realidad absoluta... Desconocer cuál es la realidad tangible.
Tomar todo como un juego, como un niño que se aburre y entra en los dormitorios prohibidos... Tomar la pistola y jugar con ella.
Pero no somos niños y la dejamos apoyada donde estaba...
El tiempo es como una pistola, a veces no sabes ver si está cargada, y la sangre que logra derramar a veces es más dolorosa que un disparo...
El otoño se acerca y las hojas caen al compás que cae su alma, que en ocasiones sube hasta tocar el cielo eufórico y de un momento a otro cae abrupto hasta golpear la cara contra el pavimento. Como cuando pasan los efectos narcotizantes y te encuentras siempre en la misma habitación con la canción que se repite...
Caer y arrastrar a los demás en la caída... Al final nos reduciremos todos en polvo.
O quizás estamos ya pulverizados pero lo ignoramos.
Con el alma pulverizada, falta solo que se desintegre el cuerpo, la carne, los huesos...
Su cara lleva las marcas de la angustia, pero es capaz de disfrazarla con la más geniuna alegría...
Tómame en este minuto, no dejes que las horas pasen sin ser vistas...
Demasiada sobriedad daña la visión, tomaremos los odios para mezclarlos en el vaso que espera ansioso para nublarte en su adicción...
No traten de escapar, no pueden escapar, las cadenas nadie las puede romper.
Nuestra verdad es la realidad, como un puño en el estómago te impide respirar.